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domingo, 20 de mayo de 2012

La España de los ´90

ÍNDICE GENERAL de "EL CULTURAL"






 Acerca de la España de los ´90
por Carlos A. Trevisi (1990)


Lo que sigue es una reflexión, recorrida de la memoria, que escribí apenas vuelto de España a la Argentina en marzo del 90. La visita que realicé a España en 1990 fue eso mismo: una visita. Quedé deslumbrado. Encontré un país como el que habría deseado volviera a ser Argentina, aquella Argentina tan lejana de la década del sesenta que tanto me había brindado.


El mundo y España



El difícil equilibrio de un mundo en guerra económica, donde el poder bipolar aspira a romper la hegemonía financiera del poder transnacional representado por la Trilateral, pareciera no afectar a una Europa cuyos índices de crecimiento, contrariamente a lo que se sospechaba hace veinte o treinta años, han superado a los EEUU, y, a corto plazo, habrán de superar a Japón. Esta guerra que el eje Washington-Moscú libra contra los capitales que han apostado al armamentismo desde que se iniciara la guerra fría, ha evitado a Europa como campo de batalla donde dirimir sus conflictos. (1)


La guarda que se está haciendo del viejo continente no es ajena a las ventajas de todo orden que derivan de la potencialidad del mercado de la Europa del Este, que, ávido, se abre como alternativa para los capitales ahora vacantes por el desarme.


España es partícipe de estas ventajas; se dice que por estar en Europa, que por arrastre. No es del todo así. Si bien España llegó al Mercado Común Europeo sin haber alcanzado a desarrollar sus potencialidades tal cual los otros países miembros al momento de su incorporación, la infraestructura energética con la que contaba, por ejemplo, habría de allanarle el camino al desarrollo. La Moncloa fue posible porque estaban echadas las bases del despegue económico. España ha dado una respuesta válida al gran desafío que implicaba su desarrollo abandonando la ensoñación ideológica para ir a la realidad de un mundo de circunstancias donde la heterogeneidad reina indiscutida y donde los axiomas, a partir de los cuales ya nada puede explicarse, han quedado definitivamente de lado.


España ha aceptado la diversidad como básica y deseable, adentrándose en un mundo de intercausalidades cuyas resultantes ya coquetean con la abundancia.



El desarrollo español

Así como Italia una década antes, España ha echado por tierra aquello de que los latinos no pueden alcanzar los niveles de desarrollo de los países sajones. Queda demostrado, una vez más, que los grandes cambios sólo operan a partir de sistemas orgánicos, articulados, coherentes, flexibles, diversos e integrados y no de cada hombre individual. España se ha puesto en marcha activando todos sus aceleradores sociales: la educación, la investigación y desarrollo y la capacidad productiva, es decir, operando a partir de la simultaneidad de las variables que concurren determinadamente sobre los recursos humanos.

La explosión industrialista española se manifiesta a través de la industria automotriz y textil, la construcción, grandes autovías, carreteras, puentes, vías férreas, terminales ferroviarias, hospitales, comunicaciones, subterráneos, etc, todo al alcance de la mano. El desarrollo ha superado la estructura donde debe apoyarse, de ahí el apoyo que ésta recibe en todos los órdenes. Crece el salario real, decrece la inflación (0,5% mensual), se afirma la producción y el gasto público es productivo.

El parque automotor

La integración europea está dando lugar a un nuevo mundo y 1992 será el puntapié inicial de un proyecto que pondrá a Europa por encima de Japón. Las opiniones más autorizadas hablan de un crecimiento del PBI del orden del 3% anual en los próximos cinco años. Europa es el mayor mercado automovilístico del mundo con ventas que superaron los 13 millones de unidades en 1988, repitiendo así su record por quinto año consecutivo. España es un ejemplo de radicación de numerosas inversiones: SEAT construirá una nueva planta en Barcelona, lo que convertirá a España en el país europeo con el más rápido crecimiento de la industria automovilística del continente. En este vértigo de crecimiento en el que se ve inmersa, España está promediando un automóvil por cada cuatro habitantes, habiendo provincias donde la relación crece a dos habitantes por coche. El parque automotor español es nuevo y la abundancia de vehículos abarata su costo. En algunas ciudades el tránsito es intensísimo, Madrid y Barcelona, por ejemplo. El acceso a Barcelona por la autopista del norte puede demorarse hasta una y dos horas (cerca de 2 millones de coches entran a esta ciudad diariamente). El centro de Madrid es una gran playa de estacionamiento donde hasta las veredas se ocupan con coches. Se registran muchos accidentes automovilísticos en las rutas, especialmente en los puentes (se entiende por “puentes” aquellos fines de semana largos que incluyen un viernes o un lunes) o en las fechas de salida o retorno de las vacaciones en verano. No sucede lo mismo en las grandes ciudades donde, pese a la intensidad del tránsito, no hay impaciencia en los conductores. Las autovías son garantía de seguridad por sus impecables carpetas asfálticas, iluminación y señalización; cuentan con teléfonos públicos a su vera cada cinco kilómetros; los peajes se pagan con tarjetas de crédito, habiendo, en todos los casos caminos alternativos de libre circulación, de excelente calidad. La red caminera está en permanente expansión y son innumerables los distribuidores que vinculan las rutas entre sí. La policía raramente detiene un vehículo en averiguación de documentación; interviene a solicitud del conductor o en casos de accidentes.


La educación

La responsabilidad de la educación recae sobre el estado, aunque existen particulares que la ejercen. La educación estatal que abarca todos los ciclos –salvo el infantil- tiene gran prestigio. Un joven universitario español demuestra tener amplitud de criterio, serenidad y saber. Conocen, mayoritariamente, como mínimo un segundo idioma, que por lo general estudian en escuelas de lenguas, también del estado. Están totalmente consustanciados con el cambio que se está operando en su patria y en el mundo y se están preparando para insertarse en las nuevas circunstancias que les toca en suerte vivir.

Han oído de la Argentina como de un país rico y no entienden lo que nos acontece. No tienen tiempo de ocuparse de nosotros –vaya una forma elegante de expresar que América Latina no les incumbe- aunque sí del nuevo mundo que se les abre detrás de lo que fuera la cortina de hierro; estiman, en general, que estos nuevos horizontes que se vislumbran van a terminar con su interés por los americanos. No les interesa el tema militar, y su catolicidad no es enarbolada en apoyo de hechos que le sean ajenos –ideologías políticas, por ejemplo-, notándose una notable reticencia a participar del culto. Son amplios, abarcativos, cultos, inquisidores, inquietos, estudiosos y francos. No son especulativos ni egoístas.

El excelente nivel de vida que llevan los españoles abre la universidad a todos los sectores sociales. Se nota en ellos una verdadera y sana preocupación por España más allá de banderías políticas. Han superado los planteamientos ideológicos en beneficio de una puesta en común pragmática que gatilla sobre la realidad universitaria : la investigación y desarrollo en todos los campos de la ciencias.

La universidad está abierta a jóvenes extranjeros que cursan las más variadas carreras de grado, a la vez que asisten a cursos menores como lengua castellana, literatura y demás que duran desde tres meses hasta un año. Es frecuente toparse en la calle, bares, locutorios telefónicos, parques, etc. con jóvenes alemanes, ingleses, americanos, belgas, franceses, y demás que asisten a ellos. El natural señorío de Madrid se engalana con la frescura de una juventud sana y estudiosa que todo lo invade con walkmans, libros, carpetas... He visto igualmente jóvenes argentinos, aunque no estudiando, sino trabajando, viendo, absorbiendo un mundo que no alcanzan a entender del todo.

Dentro de unos pocos años, los jóvenes españoles en posiciones dirigenciales harán de España una de las más importantes naciones de la comunidad europea.
España: su gente

El franquismo contribuyó a tipificar toda una generación que hoy cuenta con alrededor de 50 o más años de vida. Este grupo humano no acaba de entender del todo lo que está sucediendo, aunque, respetados y considerados por los más jóvenes, disfrutan de todas las ventajas del desarrollo. Hacen turismo y gozan del halago doméstico de la comodidad y el confort. Se los ve distendidos y abundantes. Han asimilado el cambio, pese a no entender acabadamente en qué consiste, aunque se quejan, no obstante, de las circunstanciales y poco frecuentes dificultades a las que eventualmente los somete alguna falla en los teléfonos, medios de transporte y demás. En este grupo se distinguen claramente los republicanos antifranquistas. Instruidos, luchadores con cicatrices, viven la nueva España como el fruto apetecido durantes largas décadas de lucha. Es aleccionador frecuentar su altivez; europeizados, críticos, socialmente pulcros son capaces del convite a la tertulia donde no falta la referencia a la Argentina; emocionante la simpleza de los ancianos campesinos, rudos, bajos, fornidos; y de sus mujeres curtidas en el quehacer hostil de una campiña yerma.

La generación que va desde los 30 a los 50 se diferencia de sus mayores. Crecida a la intemperie de un mundo que había echado las bases de la coexistencia pacífica, pero donde aún la guerra fría y el armamentismo no autorizaban a pensarlo en términos venturosos, se lanza a la reconstrucción política de un país cuyos fundamentos para el desarrollo eran una realidad pero en el que quedaba todo por hacer. Escépticos de la política, todavía denuestan o añoran por igual al franquismo, que, sin embargo, ha quedado reducido a lo puramente afectivo. Ninguno de ellos antepone lo que otrora fuera cruel enfrentamiento a una realidad de la que están todos orgullosos por sentirse partícipes creadores de sus circunstancias. Les duele la Argentina; supieron por sus mayores de la asistencia que nuestro país les brindó en ocasión de la miseria que asolaba a España hacia la década del 50, pero su proyecto pasa por otro lado. Los más jóvenes, todo pujanza, como quedo dicho en alguna otra parte, no saben de la Argentina; tampoco les importa.


La información

El pueblo español está informado de sus aconteceres, como de los del mundo, con objetividad y total libertad. Los diarios, abundantes en páginas, son de gran nivel, Bien redactados, no descubrí un solo error tipográfico en ellos; ni hablar de errores ortográficos. Son profusamente leídos, hasta por los más jóvenes.

“El País”, acaso el de mayor tiraje, junto con el “ABC”, de derechas, son un modelo de periodismo escrito. El primero, enrolado en la línea del gobierno de Felipe González, es llamado precisamente por eso BO2 (Boletín Oficial 2). El “ABC” es compañero inseparable de elegantes caballeros que se refugian en él con alguna reminiscencia.

La televisión está en manos del estado, y como no puede ser de otro modo, todo el mundo se queja por la falta de objetividad de sus comentarios. Acaba de aparecer una canal privado (Antena 3) en el que el pueblo español ha puesto gran esperanza.

Me tocó asistir al debate en torno del “tráfico de influencias” (prevaricato) de las que se valió el hermano del vicepresidente para “ampliar” su hacienda.

Me llamó la atención, acaso por mal acostumbrado, la calidad de los periodistas de los medios orales: precisión en la sintaxis, correctísimo manejo de los tonos, del ritmo y de las pausas. Es un placer escucharlos. No obstante, en la pronunciación del inglés –nombres de productos que se promocionan- se nota el bloqueo que existió durante la dictadura: prácticamente no se entiende lo que dicen. La televisión tiene poca propaganda, tan poca que un noticiero transcurre sin interrupciones, una película con escasos intervalos y una entrevista no los tiene en absoluto. Es fascinante la concreción con que se tratan los distintos temas. Los periodistas no toman partido, no discuten con sus entrevistados y es de ver la frialdad con que lanzan los más punzantes dardos sin comprometer su ideología.

Los programas de entretenimientos son pasatistas y sus conductores responden profesionalmente sin chabacanerías ni groserías.

La radiofonía, mayoritariamente en manos privadas, satisface las expectativas de información mucho más que la televisión. Entrevistas de gran nivel, hermosa música, deportes, animan un dial donde las emisoras se enciman unas con otras, tal su número. La Argentina no ocupa espacios políticos en los medios españoles, aunque no hay entrevistado, especialmente los entrados en años, que no haga referencia a la Argentina, sobre todo cuando se trata de teatro, música y literatura.
Sagrada Familia (Barcelona)
Sagrada Familia (Barcelona)

La Iglesia y los militares

Un mes es tiempo suficiente como para ver en los diarios, la TV o el cine alguna foto o imagen de miembros del clero o de las FFAA: pues, nada vi.

Asistí a dos servicios religiosos católicos uno en día de semana y otro un domingo a las 12 del día. La gran mayoría de los asistentes comulgaba (alrededor de 80 personas). Se trataba de personas mayores y unos escasos jóvenes , estudiantes éstos.

La Iglesia se ha apartado del escaparate político (gran cantidad de católicos votaron por Felipe González) pero a la hora del recuento sigue contando con los suyos: el español es de cuño católico y eso se ve por todas partes. Respecto de los militares, confieso no haber visto a nadie ni personalmente ni en periódicos o imágenes televisivas , como no sea a la tropa que hace guardia en los portones del cuartel de la Cibeles en Madrid o en Toledo, en el Alcázar.


La política

El español medio está fastidiado con sus dirigentes. Acaso sea razonable. Falta oficio político. Un pueblo que ve cómo su país crece en todas direcciones y a ritmo de vértigo no acepta, fácilmente, que en los procesos políticos todo es más lento, que los frutos se cosechan en el largo plazo y que la clase política necesita decantar para manejarse con idoneidad y precisión. Admiten , sin embargo, que los políticos no traban el desarrollo, que acompañan el cambio. Cada español asume que es factor de poder y esto, rara vez explicitado, se ve en los hechos. Un guarda de tren sirve en “su” tren; un empleado de locutorio brinda “sus” teléfonos, el de correos “sus” sellos. Ante el mínimo inconveniente que pueda sufrir el usuario acuden como sí, en efecto, Renfe, Telefónica y el correo fueran de su propiedad. La relación que guardan con las cosas que les toca administrar no admite desaciertos ni dejadez, ni en sus pares ni en sus superiores: el servicio que prestan al usuario debe de ser inmejorable y sí que lo logran.

La red telefónica, pese a que motiva quejas, prácticamente no tiene fallas; se puede hablar desde un teléfono público de pueblo con cualquier parte del mundo; los trenes salen y llegan a horario; los subterráneos son un modelo de red de comunicaciones; los aviones son puntuales –´rara avis´ en ese mundo con alas- ; los “buses” cumplen sus horarios; la policía –que merecería un capítulo aparte- es correcta, amable e inflexible; el servicio médico, motivo de queja también, registra tal precisión para con el usuario que, de no ser satisfactorio, una simple denuncia termina con el infractor (médico, paramédico o administrativo, no importa); en fin, como dijera un viejo amigo ya fallecido “un país es una nación cuando la justicia cierra un supermercado si comprueba que a una viejecita le robaron cinco porotos en un kilo”.

En una nación con estas características no ha lugar la partidocracia. Ha lugar el partido político representativo de los intereses de aquellos que lo han elegido para que gatillen sobre sus intereses. El pueblo tiene poder. Ha elegido sus valores, establecidos sus metas y depositado en sus políticos, meros administradores, la ejecución de un proyecto de vida.

Drogas y prostitución

Una semana en Madrid no fue suficiente como para que espontáneamente me cruzara con un adicto. Pregunté y me informaron que el centro de la adicción era la Plaza de Chueca. En efecto, no bien entré en la plaza, aunque disimuladamente, se me pusieron a la par para ofrecerme drogas. Volví en varias otras oportunidades, a distintas horas e invariablemente se cumplía la ceremonia del ofrecimiento. Vi jóvenes drogados apoyados en los coches de las inmediaciones, contra los frentes de las casas, sentados en las veredas. Vi a uno entrando a un bar como un autómata y otro saliendo con cajas destempladas a manos del propietario de un barcito en cuyo baño había intentado inyectarse.

Según las estadísticas, en Madrid muere un adicto a la heroína cada 48 horas. Aunque todos temen la popularización del uso de las drogas, en la actualidad se le resta importancia cuantitativa. El hecho de que esté localizada –existe otro centro, la Plaza 2 de Mayo- y no sea corriente ver adictos en la calle, autoriza el comentario de que no está difundida masivamente y que de optar por ella hay que salir a buscarla; no se encuentra a la vuelta de la esquina.

Madrid cuenta con entre 15.000 y 20.000 prostitutas. Las hay de diversas nacionalidades. El estado no puede ejercer ningún control sobre ellas; se niegan en virtud, comentan, de que sobre el usuario no se puede ejercer control alguno. De hecho la Comunidad de Madrid pretende implantar cartillas sanitarias y un “área de descanso” para localizarlas. El 37 % de las prostitutas tiene entre 17 y 23 años; 16 de cada 100 están casadas y casi el 40% procede del servicio doméstico. Una décima parte se confiesa analfabeta y 7 de cada diez tienen hijos.

El perfil de las prostitutas respecto de su origen ha cambiado. La mayoría llega a la prostitución para financiar su adicción a las drogas.

Los avisos clasificados de los diarios incluyen ofrecimientos de favores sexuales. Se aceptan pagos con tarjetas, algo no demasiado frecuente en Buenos Aires.


Los regionalismos

Cataluña, el País Vasco y Galicia se llevan las palmas en sus reclamos autonómicos.

Los catalanes insisten en que “bajan a España” cuando van a Madrid. Conservan su idioma, el que utilizan en escuelas, oficinas, tribunales de justicia , etc. la televisión, con todo que ofrece algo en castellano dobla las películas al catalán, y hasta los noticieros van en esa lengua. Los chicos hablan catalán con toda naturalidad en la calle, medios de transporte, etc. Entienden y hablan castellano, pero su lengua es el catalán. Los catalanes son amables, respetuosos pero poco dados. No en vano los ingleses se afincan tan fácilmente en Barcelona: son lo más parecido que he visto. Los entusiasma hablar en inglés y hacen verdaderos esfuerzos para lograrlo. Dicen hacer el dinero que luego gasta España. Y no les falta razón en aquello de hacer dinero: la industria textil y la industria automotriz más el espíritu mercantil que los anima hace de Cataluña una verdadera potencia. Si algo tienen los catalanes de envidiar es su Costa Brava. Y la ciudad de Girona, verdaderamente sobrecogedora.

Los vascos tienen una historia que los argentinos entendemos sobradamente. Cualquier vasco instalado en Argentina a principios de siglo es fiel reflejo de lo que son en su propia tierra y cien años más tarde. No alcanzo a entender la actitud tan extremadamente separatista y los recursos de los que se valen para imponer su independencia: el terrorismo de la ETA. Si bien no todos los vascos comparten la violencia terrorista que impera en España no creo equivocarme demasiado si sostengo que muchos más de los que se declaran independentistas ven con alguna justificación lo que hace ETA. Es lamentable porque arroja oscuridad sobre la nobleza de un grupo humano esforzado y laborioso que produce la mayor parte de la industria pesada española.

Los gallegos, puros celtas ellos, siguen viviendo circunstancias socio-económicas atadas a insumos críticos como la pesca. Fraga, su presidente, ha puesto “orden y progreso” en su comunidad pero, entiendo, demasiado cerca de un paternalismo que los gallegos tarde o temprano van a desechar como forma de vida.



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