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domingo, 17 de noviembre de 2013

NUEVO LIBRO: LA IMAGINACIÓN A LA ESCUELA

 Presentación del libro
LA IMAGINACIÓN A LA ESCUELA
PROPUESTAS EDUCATIVAS PARA EL TERCER MILENIO
por Carlos A. Trevisi


Lugar: Café Claqué, la Calzada 17, Guadarrama
Fecha: 27 de noviembre de 2013
Horario; 18 y 30
Destinatarios: familia y docentes.
Desarrollo: Carlos A. Trevisi hará una corta introducción marcando las diferencias entre INDIVIDUO (Uno igual a todos) y  PERSONA (Uno  igual a sí mismo diferenciado de todos los demás) Se destacará la incidencia del proceso educativo en el HOGAR, en la ESCUELA y en la CALLE - (la presión de los medios, especialmente la  televisión;  el ordenador; los teléfonos digitales y demás)-  y abordará  la cuestión clave que nos ha movido a lanzar la presentación:¿Qué significa educar? 
Una vez hecha la introducción se procederá a dialogar con los asistentes, que formularán preguntas y darán sus opiniones acerca de lo que se vaya tratando. Trevisi actuará como moderador estableciendo la vinculación de lo que se hable con los contenidos del libro.
Se podrá abordar cualquier tema con total libertad. Acaso los que se sugieren más abajo puedan servir de guía.
 

¿Individuo o persona?
Las potencias del hombre y su transformación en actitudes.
El mundo que nos toca vivir y la realidad actual.
Reconocimiento de la realidad educativa
Familia y escuela.
¿Estamos educando debidamente a nuestros hijos?
¿Qué significa educar?
¿Crecer para cambiar o cambiar para crecer?
Los docentes.
Los valores: ¿es acaso lo mismo CULTURA  que CIVILIZACIÓN?.
***
GUADARRAMA EN MARCHA
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Fundación Emilia María Trevisi
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lunes, 25 de febrero de 2013

MATRIMONIOS HOMOSEXUALES


por Carlos A. Trevisi

A propósito de un artículo aparecido en “El País”, de Rafael Termes, académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, en el que alude a los matrimonios homosexuales, no pude menos que evocar aquello que sostiene Savater acerca de que los hombres tenemos de “ser” y tenemos de “humano”, que en otras palabras, coincide con que nacemos “individuos” (seres) y, gracias al proceso educativo nos transformamos (aunque no siempre) en “personas” (humanos).

El autor, que, entre otros argumentos, apela a la ley natural para oponerse a los matrimonios homosexuales, descarta la permanente transformación que se va operando en el hombre en su aspiración a reconocerse uno en sí mismo antes que uno en la especie; desconoce la lucha implacable que sostiene “nuestro humano” contra el “ser” que nos impone la naturaleza.

Según su opinión, esa invasión personal sobre el ser, esa íntima necesidad que nos empuja a un diálogo abrupto en el que no siempre el “humano” triunfa, se produciría “contra natura”, contra la ley natural; el cambio, así, sería corrupto –ni que hablar de la legislación que lo impulsa-, pues la fuerza de la educación devendría en artificiosa: ¿Qué derecho nos asiste a morigerar la presencia del ser, a neutralizar sus impulsos, a terminar con su instintiva irreflexión?

En ese marco, debería sorprendernos que aún no se haya abolido la navegación aérea; que infringe nada menos que la ley de gravedad y, que se sepa, hasta ahora, a nadie se le ha ocurrido pensar que la legislación que la regula “no está inspirada en la recta razón”, ni que va contra la naturaleza.

El problema radica en abordar el asunto desde la ley antes bien que desde las personas. El ordenamiento legal establece que la ley es el marco regulador de las relaciones entre los ciudadanos; marca los límites; es seguridad, razón, taxonomía, cantidad. Pero regular relaciones no es lo mismo que regular “encuentros”; los encuentros quedan fuera del marco legal; son íntimos, son “humanos”

Si abordáramos el tema desde las personas, sin embargo, bien podríamos decir que el hombre en libertad debe dispensarse una fidelidad sincera para con su propia verdad. No hay ley que pueda coartarla.

Así, siendo que las comunidades apelan a su conciencia y las instituciones a la ley , corresponde a los gobiernos, depositarios de aquélla y garantes de ésta, disipar los temores de una subyacencia de recelo con respecto a la libertad y a las iniciativas de la
comunidad y de sus miembros. En tal cumplimiento, el gobierno de Zapatero ha exhibido una actitud política franca, alejada de toda sospecha de indiferencia para con situaciones humanas concretas, (los homosexuales) o de intencionalidad en la creación de un mundo abstracto con valores desconectados de la realidad.

Cuando el hombre alcanza alguna de todas las libertades que aún se debe, tiene que recrear la ley para sostenerla. El cambio tiene que ser con alegría, pues incorpora más y más gente gozosa que comienza a reconocerse como partícipe del bien común.
Es el gran momento en el que el “humano” se apodera definitivamente del “ser” y comienzan a marchar juntos.

NUESTRA RESPUESTA A LA SOCIEDAD DE LA DIVERSIÓN


por Carlos A. Trevisi

En una sociedad como la nuestra que ha quedado atrapada en la “cultura de la diversión”, participamos de todo aquello que tiene esas características, aunque no lo reconozcamos. Dígame si no, como es posible que un mamarracho secundado por una caterva de infelices con apariencia   de justicieros se permita pasar horas y horas dirigiendo un programa de televisión en el que no hacen más que hablar necedades de una pobre gentuza con vidas malogradas.   Demos gracias a dios de que todavía, al menos, nos avergonzamos y ocultamos  ante los demás muchas de nuestras debilidades. Y si es de dar gracias es porque  la estupidez todavía  no se ha apoderado enteramente de nosotros.
El desencuentro social ya está alineado definitivamente con lo intrascendente. La televisión y el fútbol sirven de escape a las miserias económicas que nos agobian y, en descargo de los que las padecen, puede decirse que si no fuera por los entretenimientos que ofrecen, España estaría ardiendo, como ya ha sucedido con varios países que pasaron por lo mismo.
El abandono del compromiso social de nuestra gente es altísimo. Nadie se “juega” y cuando alguien lo hace, lo critican, lo vituperan y terminan derribándolo sin más. Casi todas las miserias a las que aludo se juzgan y condenan desde la banalidad, lo insustancial –ya ni se juzgan, se condenan , sin abordar las causas que las provocan  ni estimar las consecuencias perniciosas que acarrean.  Seguramente se podría atribuir a una costumbre que viene de lejos y a una forma de vida que  no podemos abandonar por no haber crecido lo suficiente. Una gran mayoría ha logrado escapar de la parálisis  depositando en las instituciones de la democracia una responsabilidad que éstas no han sabido asumir políticos mediante.
Si por casualidad leyera esto Rubalcaba o alguna de las ministras del gobierno central, tan riquillas ellas, -¿por qué no Rajoy?- dirían que no sé de lo que estoy hablando porque sus respectivos ministerios ya se ocupan de la familia, de la vivienda, de la salud, de la educación y ¿de qué no?. Yo les contestaría que habría que tener un MINISTERIO PARA EL FUTURO, donde habría que plantear que será de nuestro país en 20 años considerando que la proyección de las circunstancias que  imperan hoy día no auguran nada halagüeño,  y cuál es el proyecto que nos autorice desde ya a pensar que es posible que nuestros hijos y nietos puedan seguir “creando” desde España  para un país que se lo merece y un mundo a la deriva.
Pongamos un límite a esta sociedad del entretenimiento.
Asumamos que la educación se va al garete y no porque el gobierno preste más atención a la enseñanza* privada, sino porque en la educación** pública no hay proyecto educativo de futuro; asumamos que en el norte de Europa no son más “decentes” que nosotros porque sean mejores, sino porque todos han aprendido a participar de una puesta en común social en la que hasta el que desfalca, roba y mata sabe que tiene que pagar la leche y los periódicos que se ofrecen en las carreteras desde un dispensador público; que hay que colaborar con los chicos ayudando a sus maestros y no haciéndoles los deberes; que dadas las circunstancias actuales de poco sirve que su hijo sea el “mejor” del curso: su hijo tiene que aprender a ser imaginativo, a descubrir el mundo sin que se lo “dicten” por televisión, a interpretar más allá de la mera percepción, fotografía que se evanesce si no aprende a pensar, a reflexionar, a crear su propio proyecto de vida, si no aspira al conocimiento; asumamos igualmente que nuestro hogar no es la casa donde dormimos, comemos y vemos televisión: es el lugar del encuentro en el afecto, donde aprendemos a colaborar con los demás; es el lugar del sosiego, de la charla amable; que asumamos que tenemos que tener un ojo avizor que nos alerte cuando asumimos compromisos financieros ante los bancos que ya han dado pruebas de ser los que manejan el mundo y terminan empujando a la gente al suicidio como ha sucedido recientemente;  y que si bien usted es el “dueño” de la salud pública la comparte con millones de otro dueños que acaso tengan más urgencias que las suyas propias; que los médicos –que los hay de todo tipo especie y calidad, claro, como no puede ser de otro modo- merecen su condescendencia ante el error, ante las demoras a las que nos obligan…
Para terminar asumo junto con usted que este llamado idílico a la participación también tiene sus límites: denuncie a los impostores, a los Ladrones, a los vagos, a los sinvergüenzas a los pretenciosos.


NB. * / ** : Habrá notado que hablé de ENSEÑANZA PRIVADA pero de EDUCACIÓN PÚBLICA. La diferencia salta la vista: se enseñan contenidos útiles para sobrevivir, pero se educa para vivir.

Fundación Emilia Mª Trevisi  http://www.fundacionemiliamariatrevisi.com

LA DIGNIDAD DEL HOMBRE


El Cultural de la Sierra de Guadarrama


Por Carlos A. Trevisi

Bien se podría sostener, como de hecho sucede, que cada hombre es lo que los demás ven de él. Si te ven mezquino; si te ven manirroto; si te descubren un amor escondido…  y así sucesivamente.
Sin embargo, puedes pasar por un hombre de prestigio si tienes fortuna, si eres ejecutivo de una empresa importante, si juegas al golf, si eres un empresario al que le ha ido mal (Marsans) o si eres católico de misa y comunión.
Difícilmente la gente distinga otros atributos que poco tienen que ver con el mundo de la diversión y del prestigio en el que vivimos:  que seas un tipo sabido, que te retraigas en la esfera de lo social, que dediques tiempo a la lectura, que te lances con la denuncia ante situaciones turbias que crean los que visten corbata, tienen dinero o roban (aunque en este último caso la indiferencia que reinó en tu entorno se transforma de pronto en un  “está loco, quiere notoriedad, aspira a…).
El humanismo le ha dado al hombre la posibilidad de asumir su individualidad y fortalecer su intimidad. Sin embargo, el tiempo y las circunstancias creadas por  la Revolución Industrial, con todo que favorecieron el crecimiento de los recursos de los que se ha valido el hombre hasta el presente, lo ha ido convirtiendo, paulatinamente, en uno más  de una masa informe de individuos que han perdido la capacidad de ver a los demás. Su afán por el éxito, el dinero y el poder le ha hecho perder de vista al “otro”, que se ha ido desdibujando en su desdicha de no poder “pertenecer”.
La humanidad, ya en plena globalización, está viviendo ese momento.
Los que no aceptan que el poder se haga con sus vidas son traicionados por los políticos –comisarios de aquél-, atenazados por los medios –al servicio del capitalismo (que no del capital) y estrangulados por el sistema bancario que se queda hasta con las casas de los que, en su pobreza e ingenuidad, no pueden afrontar las hipotecas a 30 y 40 años que pesan sobre sus casas.
El sistema no pierde ocasión para reforzar sus beneficios. Políticos mediante, abochorna  la educación pública, arancela la universidad, recorta los presupuestos para la investigación científica y la sanidad y todo en beneficio del país al que todos tenemos que ponerle el hombro para que salga de la crisis porque, según nos explican, ”hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.
Las cosas van mal. Los que antes vivían al día, pero vivían, han bajado a la pobreza extrema y a esta altura, con cinco millones de desocupados habrá de suceder lo que sucedió en las villas miseria de la Argentina, que desplegaban carteles dando la bienvenida a la “clase media”.
La sociedad ya está dividida. Se distingue con toda claridad a los que se han salvado y a los que buscan comida caducada en los contenedores de basura de los supermercados.
Como nunca antes estamos informados al detalle de lo que sucede. Pero no basta. No alcanza con enterarse y difundir “urbi et orbe” el atropello al que se nos somete. Recibimos a diario en nuestros ordenadores noticias que se multiplican “ad infinutum” y reenviamos en cadena a nuestros amigos como si las hubiéramos generado nosotros, como una gran novedad. Es una forma de expurgar nuestra inacción. A pesar de que no siempre todo lo que hacemos los hombres es lo debido, hay pocas actitudes tan indignas, especialmente en estos momentos de profunda crisis, como la sentarse a dar testimonio de lo mal que anda todo. Hay que actuar y actuar no significa nada  más ni nada menos que  PARTICIPAR.

ASOCIACIÓN CULTURAL “GUADARRAMA EN MARCHA”
Fundación Emilia Mª Trevisi   

NUESTROS LIBROS


ESTE MUNDO DE UNOS POCOS 

Editorial LIBRORUM, 2013 (180 páginas que albergan 60 artículos referidos a las causas que han motivado la crisis actual, el presente y cómo deberíamos abordarlo para asegurar a nuestros hijos un vida menos incierta de lo que vaticinan las actuales circunstancias)

Con el apoyo de la Fundación Emilia Mª Trevisi, la EDITORIAL LIBRORUM acaba de lanzar para GUADRRAMA EN MARCHA este nuevo libro de Carlos A. Trevisi
      Se abordan en él  lo que su autor entiende son las causas del desequilibrio que hay en todas partes. No escapa a su criterio que el problema no se circunscribe a nuestro país y que hemos caído víctimas del emplazamiento al que se ha sometido al mundo desde la década del 60 cuando la Trilateral decidió terminar con las naciones-estado para someterlas al poder del sistema económico financiero que reina desde entonces. Queda claro, sin embargo, la responsabilidad que nos cabe respecto de no haber sabido atemperar su avance y, lo que es peor, no saber-querer imponer reglas de juego para un futuro que se torna cada vez más incierto. Nuestra despreocupación por asuntos que nos conciernen personalmente nos ha llevado a caer en manos de terceros dejando a su arbitrio el ineludible interés que tendríamos que haber puesto participando en actividades que más allá del derecho que nos asiste a ejercerlo son obligaciones ineludibles que nos competen.

Presentación de algunos capítulos

Hay un mundo que va  quedando atrás                            
Esclavos de la globalización                   
La recuperación del hombre
La sociedad del conocimiento                

En busca de la realidad                

La desinformación                         
¿Liberalismo o neoliberalismo?              
Vida pública, vida  privada y   vida íntima                                            
Vivamos en comunidad                           
La Iglesia:  Polea de transmisión entre los “unos pocos”            
Violencia juvenil                            
Diálogo acerca de las cosas,  los valores  y qué no.                    
La salud no es un derecho                       
La crisis en España                                   
El Mercader de Venecia, la ley  y la piedad                                         
La televisión: Prolongación  de nuestros afectos                              
Acerca del nuevo mundo del  siglo XXI                                               
Aborto y prostitución                               
El desborde de la sociedad  española                                      
¿Puede el desborde superarse  con educación?                    
Violencia de género          
Nos han transformado en siervos,   pero… ¿Servidores de  quién?
Listado de Webs para consultar 

Un pasaje del libro

La televisión: Prolongación de nuestros afectos
 (2001)

La televisión no es ajena al telespectador, no está enfrente de él, no es un estímulo que su cerebro procese como si fuera un objeto extraño ante el que eventualmente podría reaccionar. La televisión es una prolongación de sus afectos, de su voluntad, de su inteligencia, de su libertad. La grandiosidad (¿grandio-sidad?) de la televisión consiste precisamente en eso: se nos incorpora, pasa a ser parte de nosotros mismos.

La televisión no es dialógica, didáctica ni pedagógica. No nace para serlo. Nace porque hubo quien tuvo la capacidad técnica de transferir una imagen por el espacio. Tampoco es una arma letal; ni un entretenimiento. Su trascendencia radica en que no se la puede encuadrar: sirve para todo lo que puede servir una imagen que es captada por una antena que la recoge allí donde se instale, y a la que todo el mundo tiene acceso. Es el ojo bobo por el que entra la realidad a los hogares. Un ojo que exhibe imágenes indiscriminadamente, sin orden alguno, sin prioridades, que dispara al bulto sin tener en cuenta a sus destinatarios: niños, jóvenes, adultos y ancianos; pega y pega.

Contrariamente a lo que sucede con el ordenador, que es interactivo (o puede serlo, claro), la televisión no sostiene diálogo alguno con el telespectador. Lo inyecta, se "le" instala y el cuerpo lo asimila como un alimento, como el oxígeno que lo mantiene vivo, como el afecto del que no puede prescindir.

El problema radica en los contenidos que inyecta. No siendo didáctica (para poder seleccionarlos); ni pedagógica (para poder orientarlos) y asumiendo que tampoco es un arma selectiva que pueda eliminar algún tipo de espectador, dejando otros a salvo, ni un entretenimiento (sólo para poder pasarla bien), sino todo a la vez, la heterogeneidad de su videncia y la amplísima gama de contenidos a los que puede apelar, impiden
una racionalización de sus entregas. Si unimos a esto que es tan masiva como para desatar una multitud de intereses que van desde lo económico-financiero hasta lo artístico, sólo una sociedad ideal tendría una televisión que no alterara las conciencias.
Y ahí están nuestros niños, apabullados por contenidos desvalorizados, atrapados en una maraña de imágenes que superficializan su vida, que lo insolidarizan con su vida familiar, que los aletarga en un ocio improductivo, que los impulsa a falsas imaginerías de las que ellos son apenas sujetos virtuales.

Y nuestros jóvenes, desideologizados, abrevando del éxito fácil, del tener, de la apariencia, de la moda, del conformismo, del utilitarismo, del individualismo, como si fueran metas a perseguir.

Es menester detener el avance de esta televisión, someter su estilo, transformarla en un recurso que nos ayude a impulsar actitudes críticas, comunitarias, solidarias, reflexivas, indepen-dientes, apasionadas, consecuentes, dialógicas, democráticas.
El sólo intento ya será un éxito: habremos conseguido compañeros de lucha, que no es poco. 




CUENTOS CORTOS Y RELATOS Editorial LIBRORUM, 2013

      Su contenido tiene una vertiente que enlaza los cuentos con lo cotidiano. Se ha incluido un cuento del escritor ruso Afanasiev, otro del uruguayo Horacio Quiroga (ambos para niños de 12/14 años)  y un tercero de Ricardo Plaul, polifacético pensador argentino.  Los cuentos abordan temas cotidianos y los relatos traen, entre sonrisas, el miedo que meten los dentistas, la falta de agua potable en la gran ciudad, la glotonería, de ladrones y demás. 

Un cuento tomado al azar

¡Nosotros veraneamos en la
casita de la sierra!
Carlos A. Trevisi (1998)

Era mi primer verano en Guadarrama
El pueblo que esperaba hacer mío,  se había llenado de caras nuevas.
Otras gentes,  distintas, dispuestas al “dolce far niente”,  invadían bares y  paseos y saturaban nuestras estrechas calles con coches que aparcaban turísticamente (dónde les daba la gana).
“¡Por qué no te vuelve a tu puto pueblo!”, escuché un día.
Me sonó extraño el “vuelve”. Esperaba un “vuerve”; pero, en fín, esta trashumancia a la que nos somete el mundo de hoy autoriza cualquier cosa. 
El epíteto iba dirigido a un no muy venerable anciano que, impasible, a la vera de conocida tienda, llevaba 10 minutos machacando coches según intentaba aparcar su Mercedes. La “mujé” del epíteto  me hizo reflexionar sobre las calidades de mis gentes adoptivas, aunque debo decir que la entonación que le dio la vecina  a aquello de “puto pueblo”  era lo más  musical que había escuchado hasta entonces: bajaba en “puto” y subía en “pueblo”, seguramente en reconocimiento de que Madrid es más pueblo que... lo otro (“puto”; eso).
 “Los de siempre”, a los que me iba haciendo, y con los que comenzaba a compartir un mismo espacio, sentíamos, pesarosos, la presencia de extraños que abochornaban nuestra forma de vida, tranquila y sin alardes: “Deme jamón de York, el más caro, que en casa recibo gente importante”, al charcutero, o  “nosotros compramos la ropa en el Corte Inglés”,  a un circunstancial tú que vestía rutilante camisola del mercadillo.  
 Habiendo pasado muchos años desde aquella anécdota del “poco venerable”, mi nieto, un día  cualquiera, a sus ya 9 años, me preguntó qué haría si de pronto dispusiera de 500 millones de euros. Le dije que me compraría un coche más grande,  una casa y que viajaría mucho. “Pero para eso con dos millones –me gustó lo de los “dos” millones- tienes de sobra” me atacó. “Yo me compraría dos  -otra vez “dos”- dos Ferraris, un no-sé-qué para navegar, el castillo de Manzanares...” Y seguía la lista. “Claro”, meditó en voz alta, “tú para que quieres una  Ferrari; ya  eres viejo y te queda poco...”
No estaba dispuesto a admitir que me sucediera algo así; y menos con mi nieto, con el que me había prodigado en principios y picaresca. Concluí en que la civilización se había apoderado de la cultura, acabando con mi esfuerzo, con mi nieto y hasta  conmigo, que ni me había dado cuenta.

Me acordé del viejo cretino del Mercedes. 
Salí de inmediato a la búsqueda de la  “muje der puto pueblo” y de mi amigo Nacho  para que me abriera la Torre y me facilitara un megáfono.
No aparecía por ningún lado. Lo busqué en el pueblo,  en Madrid, en su despacho, en su casa... No había nada que hacer. Estaba en el restaurante. “El signo de los tiempos”, me dije; “en todas partes y en ninguna; y cuando lo encuentras,  no funciona. El desorden, la confusión; ¿qué hacía el megáfono en el restaurante?”
Pero no era momento para reflexiones sin importancia.

Cada vez más decidido,  le pedí a la “mujé” que me acompañara. Tiré el coche en la carretera, frente al parque, delante de los venerandos de mi pueblo que, apoyados en sus bastones,  miraban sin entender. Bajamos y salimos disparados. Los turistas nos abrían paso. Nos subimos a lo más alto del adefesio de puro plástico donde juegan los niños. Y mirando a la gente, que a estas alturas del verano (y de la hora el día) ya eran multitud,  pusimos las manos en bocina sobre la boca  y gritamos, sin ninguna musicalidad, ¿Por qué no os volvéis a vuestro puto pueblo?



CÓMO CONSEGUIR LOS LIBROS

Los libros NO SE VENDEN; se pueden solicitar escribiendo a GUADARRAMA EN MARCHA (genmarcha@guadarramaenmarcha.org) o a FUNDACIÓN E. Mª TREVISI (ctrevisi@fundacionemilianmariatrevisi.com) Editorial LIBRORUM indicando su nombre y domicilio. Lo entregaremos personalmente en su domicilio o por correo contra reembolso a cambio de una donación de 5 euros por unidad que se destinarán a afrontar nuevos compromisos editoriales.