Diálogos
educativos
"En nuestro
hogar no se ve televisión", decía un padre de familia en la reunión del AMPA de la escuela donde asistían sus hijos. Dirigiéndose a algunas cabezas que giraron para identificarlo, agrego: "si os parece que estamos locos, decídmelo, no lo tomaré a mal".
En nuestro
hogar, reitero, no se ve televisión, continuó el hombre. Nos privamos del gozo de disfrutar de uno
de los recursos más preciados de los que dispone el hombre a la vez que del
malhumor que nos ocasionaría ver a nuestra descendencia pegada al televisor,
incomunicada y envuelta en una nube de ocio improductivo, contemplando
estupideces (que una cosa es la televisión y otra el material con el que la
"cargan").
No tengo
nada en contra de la televisión (me refiero, nada en especial). Es tan
envolvente como el fútbol -será por eso que combinan tan bién-, y tan
aletargante como una conferencia aburrida, como un sermón preconciliar o como
una vaca, bóvido éste que pareciera carecer de sistema nervioso, tal su
pasividad.
Sin duda,
junto con el coche, la televisión es arquetípica de la civilización que nos
toca vivir. Sin embargo, contrariamente a lo que sucede con los coches, la
televisión es el paradigma exacto de la contracultura que impone la misma
civilización en la que nació.
El coche
interactúa con uno; con el tiempo, hasta adopta nuestras formas -por eso se
nota cuando otro lo ha manejado; nos lleva y nos trae; nos brinda confort;
despierta inquietud; es desafiante; nos hace sufrir, nos deleita, es útil a
todos, cualquiera puede conducir un coche -rico, pobre, bruto, inteligente,
listo o torpe... todos podemos interactuar con él. Exige tanto de nosotros que
si no lo conducimos como se debe hasta nos puede llegar a matar.
La tele,
en cambio, al enervar nuestros circuitos vitales, nos somete a la pasividad; no
hay interacción posible. Somete nuestra voluntad, enturbia el afecto, coarta la
libertad -no nos permite elegir!- y adormece nuestra inteligencia.
Me acuerdo
cuando la Guerra del Golfo. Al comenzar la guerra estaban todos los
norteamericanos de USA (¿los USAdos? Es curioso, la USA es un país que no
autoriza gentilicios, ¿se ha dado cuenta?. Uno no puede decir USAdos, ni USAítas, ni USAínos, ni USAeses... tiene que decir los
norteamericanos de USA), los norteamericanos de USA, repito, estaban todos en
contra de la guerra. A la semana, gracias a las grandes cadenas de noticias
(¿se llamarán "cadenas" porque oprimen?) los "USAdos"
cambiaron de idea y estaban totalmente convencidos de que había que hacer
desaparecer a Irak.
Más cabezas se agregaron a las que originariamente habían girado hacia el original padre.
Recuerdo
también, cómo, más tarde, las nuevas tecnologías nos trajeron a la pantalla
unos animalitos virtuales que hasta se morían. Todos los chicos andaban con
ellos. "¿Y tú que le das de comer? Yo le doy tres bitios ¿Y tú? El mio es muy
comilón, se come un megabitio". Y todos chochos porque el bichito ni
meaba, ni..., ni na ! La casa siempre limpia y la mamá de peluquería.
Un día
apareció un conde italiano (que previamente había mostrado su exhuberancia
mingitoria a una revista que se prodigó en fotos). Mi dios! Qué tamaño ! Y
todos locos de la vida porque iban a ver al "animalito" este de
cuerpo presente, que de virtual, na!
Y después
aparecieron los que se encerraron por cuatro meses. Y todo el mundo a mirar
cuando iban al baño a hacer sus cosas.
Y más
tarde la guerra que desvastó Yugoslavia y...
En casa no
vemos televisión porque no nos interesa la Guerra del Golfo que televisa en
directo la NBC: nos interesan los que mueren en la guerra y la razón por la que
los matan; tampoco nos interesan los animalitos virtuales: nos interesan los de
carne y hueso que, aunque nos caguen la casa y cuando se mueren nos hacen caer
unos lagrimones; ni el conde, porque somos alcanzados; ni nos interesa la gente
que pierde su libertad por voluntad propia a cambio de unas pesetillas; ni
tenemos tan desvalorizado el sentido de la estética como para esperar que vayan
al baño a ver cómo hacen lo que hacen (ni el de la intimidad, gran conquista que deberíamos agradecer al Renacimiento...(¿Rena...qué?.
Si aún estáis dispuestos a seguir escuchando, os voy a contar qué hacemos en casa en lugar de ver televisión.
Tenemos un
televisor que nos permite, conectado a un video, ver películas. Comentamos con
nuestros hijos la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española, la España
del franquismo, los movimientos rockeros, las luchas de los marginales por
incorporarse a este mundo que la mayoría de la gente "como uno" cree
que le pertenece exclusivamente, la inmigración, el abuso del poder económico,
comedias...
Descubrimos
a Woody Allen, a Borges, a Hitchcock, a Humphry Bogart ...
En otras
ocasiones jugamos a las cartas, discutimos, nos peleamos, comentamos las
jornadas de cada uno, intercambiamos experiencias, leemos algún artículo del
periódico, escuchamos música, hacemos deberes de matemáticas, de historia... y
a las doce de la noche nos vamos a dormir.
Comparto
con vosotros, no obstante, que apoltronarse a ver programas de entretenimientos es
mucho más cómodo, sobre todo si cada uno elige el suyo y se ensimisma en su
preferencia sin que nadie moleste: papá en el salón a ver fútbol; mamá en su
cuarto a ver una película y los chicos en su dormitorio a ver un programa
cachondo.
Gracias a
Dios los abuelos están en la residencia, que si no, menudo muestrario.
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