ESPACIO GUADARRAMA
para la acción
La Pastilla del día después
por Carlos A. Trevisi
El Gobierno Español acaba de pronunciarse
respecto del uso de la pastilla post-coital. Una vez más el mundo nos pone a
parir. Y sin atenuantes.
Como era de esperarse ha suscitado todo tipo
de comentarios.
Hemos dicho en otras ocasiones que los
principios han cedido ante la magnitud y variedad de circunstancias que nos
acosan diariamente.
Vemos por televisión mujeres jóvenes que,
todo tipo de seducciones mediante, eligen a un varón en “exposición” para llevárselo a la cama; discos “Light” en
los que menores de toda minoridad practican los procedimientos a seguir para
conseguir una chica; putas alhajadas del “jet set” que cuentan sus
peripecias amorosas y hasta dejan caer alguna que otra lágrima; otras que
desnudan su intimidad enumerando y dando nombre- a toreros que las lidiaron, otras que…
Usted se preguntará porqué hablo en
“femenino”. La respuesta es tristísima: pese a todos los avances sociales
(¿avances?), la mujer no ha dejado de ser una mercancía que cotiza en la cama.
Y los hombres, unos repugnantes mercaderes que se llenan los bolsillos exhibiendo
toda la mierda que anima sus vidas. Dígame usted si no qué significa que el
dueño de una disco diga que de puterío nada, “que los chicos pagan con billetes
de Monopoly” para “levantarse” una chica y que a ellas nadie las obliga.
Agregan para más INRI que otra de las virtudes de su tienda de putas es que “no
expende alcohol”.
España tiene uno de los registros de abortos
más altos del primer mundo. Son miles y miles de muchachas que abortan, con lo
que esto conlleva en su fuero íntimo, si es que les queda algo de intimidad. Se
eliminan vidas nuevas como quien arroja una tirita al papelero.
Apliquemos los principios: NO A LA PASTILLA. Tienen que
aprender a cuidarse. No puede ser que “lo” hagan irresponsablemente, sin
meditar las consecuencias. No se puede facilitar desde el estado una pastilla
que favorezca su irresponsabilidad. Vaya este comentario sin analizar
otro más “fecundo”: deben practicar la abstinencia.
Aplausos. Ahora a lidiar con el problema.
Apliquemos las circunstancias: SÍ A LA PASTILLA. La pastilla
resuelve el problema de tener que afrontar una vida llena de complicaciones:
“una” no está preparada para tener un hijo porque es demasiado joven, porque es
pobre, soltera o simplemente quiere "disfrutar" de la vida antes de asumir tamaño
compromiso. La pastilla les garantiza que quedar embarazadas ya no es problema.
El mundo es así, dicen. Y si existe la pastilla…
Dolor. Se acabó el problema.
Vayamos ahora a las causas. Nuestros
jóvenes –y no tan jóvenes- viven azarosamente. Para ellos, el ejercicio de
la voluntad transita sólo por aquello que les interesa, jamás por el
esfuerzo permanente que exigen la mayoría de las cosas que nos apabullan, que
nos obligan, pero que están allí y hay que cumplimentarlas; su afecto es
apenas un tenue reflejo de lo que aprendieron viendo dibujitos animados
–lloraban porque se moría una ardillita, pero veían con toda naturalidad, sin
una lágrima, el despedazamiento de seres humanos en los telediarios. Su inteligencia
ha aparcado la reflexión. Se mueven por lo que perciben.
Les basta con ejercitar su inteligencia en juegos
de estrategia –muy valiosos pero sin contenidos vivenciales- o sus
reflejos jugando con el ordenador. Su libertad es total. Es la
libertad de las bestias: descartan a los que molestan –padres, profesores,
etc.- para vivir en paz (¿en paz?). Ningún intento de incorporarlos
a sus vidas; nada de abarcar a los demás; nada de libertad con responsabilidad;
libertad para disfrutar de los placeres que les ofrece la vida (es decir,
nosotros, sus mayores, que optamos por “comprarlos” porque no sabemos qué hacer
con ellos).
Entonces nos asustamos y ponemos en marcha
todos nuestros recursos. Ya no importa ni el pudor (¿qué es eso?), ni que
lo haga “por amor” (¿por amor?), ni que se aplique en los estudios
(¿estudios?). El asunto ahora es que el “nene” no ande con drogas y “la
nena” no quede embarazada. Entonces ponemos máquinas expendedoras de condones
en los colegios y una propaganda en la tele que pone una pareja joven, casi en
el éxtasis del orgasmo, y ella preguntando si lo que van a hacer es
sexo seguro.
Pero el problema no radica en poner los
condones al alcance de su mano (por lo
visto no los usan): hay que poner responsabilidad
en su “psique” para no llegar a la pastilla, para que no la adopten como quien
toma una aspirina porque le duele la cabeza.
¡Pero eso lleva tanto tiempo! ¿Quién puede
ayudarlos a abordar tamaña empresa? Los padres seguramente no porque somos los
primeros que las autorizamos a que se pongan en subasta, los maestros tampoco
porque no hacen cola con ellos para comprar preservativos en la dispensadora
del colegio…
Entonces aparecen los políticos y el Dios
Estado, que todo lo pueden. Claro que lo hace tarde y mal.
Dispensa la pastilla sin haber implementado los recursos pedagógicos que son
menester para que internalicen lo que es un embarazo y un niño por nacer en
plena adolescencia de su madre, (y hablamos de la muchacha porque el
“embarazador” queda fuera del cuadro, impune, camino de organizar discos
“Light” para subastar chicas tan imbéciles como la (las) que él preñó.
Dado que no sabemos qué hacer con nuestros
hijos mal podemos lanzar al mundo criaturas desventuradas con madres de 14 o 15
años a las que no hemos sabido inculcarles lo que significa ni la voluntad, ni
el amor, ni la inteligencia, ni la libertad, acaso porque nosotros mismos no lo
sabemos. Acaso.
No habiendo ya tiempo para hacerlo y
lamentándolo profundamente, me pronuncio por un SÍ A LA PASTILLA.
Las estadísticas dicen que han bajado los
abortos gracias a la pastilla.
¡Muchachos y muchachas a tomar la
post-coital que es gratis –al tenor de lo que evita- y está en todas las
farmacias!
Y que Zeus nos ayude, porque el Dios del
mundo occidental y cristiano está ocupado dialogando con el Papa de un tema que nada tiene que ver con esto que acaba de leer: el Banco Ambrosiano.
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