La Argentina y su futuro
Mis años me
autorizarían a hablar de glorias pasadas como suele suceder con la gente de
mi edad, pero no lo haré porque no lo siento así: mis luchas de entonces no
autorizan melancolías. Entiendo que es hora de que asumamos, como otros
países del entorno lo han hecho, que de resultas de aquellas injustificadas
exaltaciones de glorias que no fueron, sólo han quedado penosas miserias que
en este momento afectan a 12 millones de argentinos. Pese a que no estoy en
condiciones de encarar una lucha que mis huesos no resistirían, sí puedo
mirar el futuro y sentir ráfagas impetuosas en Hispanoamérica que estimo
terminarán con el ostracismo al que se viene condenando a la Argentina desde
hace muchas décadas, tantas cuantas corren desde que perdió el rumbo
echándose en brazos de aquellos a los que no les interesó mecerla.
El mundo que nos toca
vivir parecería exento de pasados. La velocidad se ha devorado el tiempo y
éste a su vez el espacio. Hay que actuar con rapidez, sin nostalgias, que
frenan la marcha; orgánicamente, pero sin las ataduras que impone la
obsolescencia de un sistema cuyas organizaciones están al servicio de otros
intereses; con frenesí, induciendo a una lucha que
alerte nuestros sentidos como para percibir diferencias, pero sobre todo
para ver semejanzas, que son las que autorizan la puesta en común; definir
una clara política de integración social a partir de contenidos que aún no
reconocemos como de interés, para proyectarnos en un mundo que puede
escapársenos de las manos si no actuamos con celeridad y precisión.
Pongámonos
en marcha. ¿Qué hacia
dónde
vamos?
En busca de un nuevo amanecer.
¿Qué vamos a hacer en el camino mientras marchamos?
Nos lo dice
Unamuno:
LUCHAR y
LUCHAR;
¿cómo? ¿TROPEZÁIS CON UNO QUE MIENTE?, gritarle a la cara ¡MENTIRA! Y
¡adelante!; ¿TROPEZÁIS CON UNO QUE ROBA?, gritarle ¡LADRÓN! Y ¡adelante!;
¿TROPEZÁIS CON UNO QUE DICE TONTERÍAS?, gritarle ¡ESTÚPIDO! Y
adelante. ¡ADELANTE SIEMPRE
ADELANTE!
Y si alguno te dijera que él sabe tender puentes, ¡FUERA CON ÉL! Los
ríos se cruzarán vadeándolos, o a nado, AUNQUE SE AHOGUE LA MITAD DE LOS
CRUZADOS.
Poco podemos aportar
que no se sepa ya de la privilegiada geografía de la Argentina. Todos
hablamos de sus riquezas -"un país tan rico", se escucha decir como un
lamento ante los problemas que la acosan y su incapacidad para salir
adelante-. Hay algo, sin embargo, de lo que no se habla: la ventaja que
tiene por encima de cualquier otro país por su proximidad con la Antártida,
un inmenso continente helado que esconde las más variadas riquezas.
Proteínas, minerales, petróleo y agua, reservas éstas que habrán de servir
las necesidades de la humanidad en apenas 40 o 50 años.
La existencia de una
poderosa ciudad europea, Buenos Aires, en los confines de Latinoamérica no
es una simple casualidad. Tampoco lo es una Patagonia despoblada; ni lo fue
la Guerra de Las Malvinas –riquísimas en petróleo, como acaba de
descubrirse-; ni el afán del país hermano allende la cordillera, Chile por
reclamar la Patagonia como propia; ni la articulación de sus gestores con
los intereses económicos y financieros del mundo; ni sus golpes militares;
ni su decadencia, pese a sus recursos; nada es casual. Todo indica que el
mundo está a la espera de que llegue el momento de ocupar sus espacios
vacíos y pegar así el salto a una declamada Antártida Argentina que de
hecho, poco tiene de Argentina más allá de un título que sólo se reconoce en
las escuelas.
Los hispanoamericanos
no podemos resignarnos a que nos la arrebaten. España tampoco. España tiene
que tomar conciencia de que los grandes nubarrones que tiñen de sombras su
presente tampoco son una casualidad y que ha llegado el momento de que se
vea en Buenos Aires, operando sobre el opulento territorio blanco, hermanada
con argentinos, bolivianos, uruguayos, paraguayos, chilenos... La Patagonia
se poblaría con gente proveniente de toda Hispanoamérica para ganarse un
pan que no logra ganar en sus propios países y los argentinos por fin
dejarán de mendigar por un mendrugo de pan.
Si la Argentina no se
pone en marcha pasará a ser apenas un territorio ocupado por intereses que
no se corresponderán con las necesidades de su ciudadanía. Y ponerse en
marcha significa coincidir en una puesta en común que termine con una
partidocracia paralizadora; asumir un cambio en sus gentes -las que habitan
su territorio, desgastadas por la pobreza y la incertidumbre, y los que
vemos su desgaste desde fuera con la perspectiva que ofrecen los países que
han logrado salir adelante gracias a la capacidad de una dirigencia
eficiente que no se ha instalado en las ideologías sino en la realidad de un
mundo cambiante-.
La Argentina tiene que
acercarse a España. España la necesita tanto como la Argentina a ella. La
Argentina porque se acercaría a un país con el que tiene en común algo más
que su lengua, y España porque no puede perder la oportunidad de ser el
eje de una mancomunidad de naciones con una lengua común como jamás se ha
dado en ninguna parte del mundo con ninguna otra nación colonizadora.
Será muy difícil, pero
valdrá la pena intentarlo.
Dicho en Guadarrama,
Madrid, el 25 de mayo de 2010, en ocasión de la conmemoración del
Bicentenario y la presentación de un libro que habla de un pasado cruel:
Argentina, ¿hasta cuándo?
Carlos Á. Trevisi
Fundación Emilia Mª Trevisi
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